101 Kms de Ronda
Nuestra llegada a Ronda el día anterior fue todo un acierto, mejor aún fue el apartamento que nos había reservado nuestro ilimitado amigo Diego y familia, todo un éxito. La verdad es que se lo curró y mereció bastante la pena. Pudimos hacer nuestras gestiones con la Legión, gestiones burocráticas que rápidamente fueron subsanadas, salvo para algunos, como Salvador y Paco, que por poco siguen todavía en la cola, a Paco podríamos darle la mención de honor ilimitada al despiste ya que participó gracias a la llamada de Juanlu, si no es así hubiera llegado el domingo a la entrega de trofeos. . Cenamos en grupo, comentando nuestra estrategia de carrera… aquí apretamos, allí nos derretimos, vamos en pelotón…luego continuamos como podamos. Finalmente pasó lo que tenía que pasar, la carrera nos fue poniendo a cada uno en nuestro sitio, pero eso si, con todo el honor y orgullo de haber hecho lo que nuestras piernas pudieron soportar. Los ilimitados ya contábamos con ese detalle, el hombre del mazo acechaba…
Nos levantamos temprano con la idea de desayunar y coger fuerzas, el mollete con aceite que nos metimos entre pecho y espalda nos dio para hacer algunos kilómetros, debía ser algo así como gasolina extra, los nervios también hicieron mella, unos salían sin el pasaporte legionario, otros sin la llave 15, no podía olvidarse nada, cámaras de repuesto, luces por si la noche se nos venía encima, gafas, casco, la última parada urgente en el wc, en fin todo debía estar bajo control.
En la salida el sol apuntaba alto y un cohete de la organización casi derriba un ala delta que nos “vigilaba” desde el aire cual pájaro volador. Casi al instante sonó ese petardazo, ese zumbido de mortero, un cañonazo impresionantemente fuerte, quizás para advertirnos de que esto no era un juego, era una prueba dura, una prueba de lucha contra uno mismo, de superación personal, de aguante, de capacidad de sufrimiento, de solidaridad con el compañero, como bien dice el lema de la legión, “antes morir que abandonar a un compañero”, pues sí eso es esta prueba, una prueba grande donde las haya, una prueba de humildad con uno mismo y los demás.
Llegamos al campo de fútbol donde ocupamos los últimos puestos de la cola,seríamos aproximadamente 5500 participantes, ahí es nada, claro que pensábamos quitarnos de un plumazo todos los que pudiéramos, era parte de la táctica que teníamos prevista la noche antes. El calor del día no era nada comparable al calor humano de las personas, de los niños, que con sus palmas nos empujaban y alentaban a seguir nuestra lucha, la lucha por conseguir nuestra meta, llegar a Ronda. A todos ellos Gracias.
Después de muchos kilómetros y de atravesar montes y caminos perdidos de la mano de Dios superamos una gran cuesta que nos conducía a Setenil, esa cuesta donde el “hombre del mazo” me golpeó en la edición anterior y tuve que poner pie a tierra. Esta vez la subí a lomos de mi burra, no pensé que pudiera llegar hasta arriba pero iba bien, motivado, dosificando, una locura, pero llegué arriba, entonces pensé que una de las dificultades estaba superada y con un poco mas de dosificación podría llegar hasta Benaoján, la otra gran dificultad. Mientras Juanlu por delante iba quemando registros y el crono, qué bien le vino el Marathon de Sevilla, como se notaba, el jodío iba sobrao. Salva y yo le precedíamos y de Paco, Diego y José Manuel apenas sabíamos algo. En Setenil tuvimos la agradable sorpresa de recibir los ánimos y el apoyo de los padres de Juan Luis y de Kim, quiénes estuvieron todo el día pendientes de nuestra marcha, animando y “sufriendo” el día de calor, qué mérito soportar todo el día ahí. Gracias.
Tras dejar atrás Setenil continuamos nuestro camino, recordando aquel punto bajo el olivo, aquella sombra, casi un espejismo, donde abandoné en la edición anterior y dejé a mi amigo Pepe a su suerte y al que me costó advertir de mi “parada técnica”, pues no corría sino volaba, allí en el muro bajo el olivo dejé enterrada mi desilusión por el abandono y recuperé la ilusión por hacer un buen tiempo y una buena carrera este año. No olvidaré aquellos ánimos y palabras de aliento para que siguiera adelante, Pepe. Eso es espíritu legionario, solidaridad, amistad.
Tras una parada obligada debido a mi estado de “vacío interior” tuve que repostar combustible en el cuartel de la Legión, nada del otro mundo, sopa de picadillo, filete de pollo empanado, rollo de san jacobo, natilla de chocolate y el reconstituyente de sales minerales, el Aquarius. Torpedo Juanlu no quería parar, era una máquina, un cohete , tenía que llamarlo para que me esperara, la muy maricona, se portó como un caballero legionario no abandonándome a mi suerte, Gracias amigo. Continuamos nuestro camino con la cuesta de la Ermita en la mente, na, si no es na!!, mentalización, mentalización, y de repente zas: me vi cruzando el puente y comenzando la pendiente, al principio parecía corta pero no era tan corta, quizás algo mas larga de lo que yo pensaba, menos mal que el combustible administrado en el cuartel me dio para hacer parte del recorrido hasta llegar a los zig zags de la Ermita, yo no vi la Romería, pero mi calvario iba por dentro. La bajada a tumba abierta con mas peligro que otra cosa sirvió para que fuera apareciendo en nuestras mentes una llegada a meta con muy buen registro de tiempo, quizás el mas bajo de las 5 ediciones realizadas anteriormente. Tras nuestro paso nuevamente por el Cuartel de la Legión olíamos la meta cerca. Desoyendo mis isquiotibiales izquierdo y derecho, como diría Diego Palomo, los cuales no paraban de avisarme, superamos el último avituallamiento para hacer la que sería nuestra última bajada a los pies del Tajo, esa maravilla de la naturaleza desde donde se oían, desde sus balcones, los gritos de ánimo y apoyo de toda Ronda, sólo quedaba una cuesta, la famosa cuesta del Cachondeo, aunque intenté superarla en toda su longitud, fue una última llamada de mis isquiotibiales inferiores, tipo ultimátum, la que me hizo entender que si no hacía caso a mis piernas podía sufrir un retroceso muscular irreversible, tras lo cual opté por desmontarme de la bici y superar el pequeño tramo a pie. Torpedo Juanlu le echó coraje y tuvo un par de huevos para subirse la cuesta subido, el año que viene no sé lo que será de nosotros a su lado. Una vez en el asfalto, subiendo por la calle principal y con el aliento y animo del pueblo de Ronda llegué hasta el final, el final de una bonita experiencia, una experiencia de lucha y superación, esta vez si, esta vez ya estoy pensando en volver el próximo año, a rebajar el tiempo, quizás la ultramaratón?, los 165 kms?, o lo que haya. GRACIAS A LA LEGIÓN Y A SU INSUPERABLE ORGANIZACIÓN. (Si mi mujer lee esto que por favor vaya con los niños a darme ánimos que lo eché de menos, tras hablarlo con ella me promete esperarme a las puertas de la cuesta de la Ermita, no sé, no sé ….dice que hace mucho calor).
Ánimo a todos los ilimitados y espero que el año que viene podamos hacer un grupo mas grande aún.
Autor: José Manuel Ramírez